El pasado martes 24 de agosto se realizó en Beijing una reunión del Comité Central del Partido Comunista para Asuntos Financieros y Económicos con el objetivo de debatir acerca de la «prosperidad común», es decir cómo producir crecimiento con equidad. El centro de la discusión estuvo puesto en la necesidad de generar bienestar para todos los ciudadanos en la ruta dirigida a alcanzar el objetivo de que, en 2049, cuando se conmemore el centenario de la fundación de la República Popular China, el país cuente con una sociedad socialista moderna.

Durante el evento, las discusiones más candentes estuvieron dadas por el llamado del presidente Xi Jinping a aplicar medidas drásticas sin precedentes en varios sectores de la economía como la tecnología, la educación en línea y el sector inmobiliario, que habían crecido de forma exorbitante y sin control, aupando una creciente desigualdad de ingresos, aumento de los niveles de deuda y ralentización del consumo.

Xi opinó que una vez que el país ha sacado a todos los ciudadanos de la pobreza, debía orientarse hacia un sistema que se preocupe mucho más de los sectores que aún no alcanzan óptimas condiciones de vida. Esto es lo que llamó «prosperidad común», que se definió como la posibilidad de que todos puedan compartir la riqueza, para lo cual se necesita una economía fuerte que permita una mejor distribución de la misma.

Aunque la idea no mencionó que el gobierno se propondría reducir los ingresos de los más ricos para entregárselo a los más pobres, sí abogó por una «mejor gobernanza y un mayor equilibrio en la economía», centrándose en el consumo de base como multiplicador económico clave en lugar de las inversiones intensivas en capital que fueron la base de la economía de los últimos años.

En palabras del presidente: «Podemos permitir que algunos se enriquezcan primero y luego guiar y ayudar a otros a enriquecerse juntos». A continuación quiso ser más explícito al afirmar que: «Podemos apoyar a los empresarios ricos que trabajan duro, operan legalmente y han asumido riesgos para crear empresas… pero también debemos hacer todo lo posible para establecer un sistema de políticas públicas ‘científico’ que permita una distribución más justa de los ingresos», para finalizar agregando que el gobierno debe preocuparse por la protección y el mejoramiento de los medios de subsistencia que se proponen un desarrollo económico saludable que apunte a una perspectiva enfocada en fortalecer un sistema de seguridad universal e inclusivo.

Este debate que estuvo precedido de medidas jamás vistas con anterioridad y se había hecho muy tangencialmente en el pasado, ahora se produjo con toda la crudeza que la situación del país reclama. Entre las medidas planteadas para lograr los objetivos propuestos se destacan cambios en las políticas impositivas y los pagos a la seguridad social para las rentas medias. Así mismo, acciones orientadas al aumento de los beneficios financieros para los grupos de bajos ingresos y recias medidas contra la corrupción y la burocracia. De la misma manera, se expuso la necesidad de resguardar los derechos de propiedad y en particular de propiedad intelectual.

En su discurso, Xi alertó en el sentido de que la prosperidad común no solo se debía aplicar a los mercados financieros, sino también a la vida espiritual y cultural de la sociedad y extenderse a las zonas rurales y urbanas, en particular, el gobierno tiene que abocarse a mejorar las infraestructuras y las condiciones de vida en el campo.

Esta magna tarea involucrará a todos los niveles de gobierno alineados en torno a la elaboración de planes que apunten al objetivo de lograr la prosperidad común. Intentando sistematizar la iniciativa, la prosperidad común se definió como un medio para «tratar adecuadamente la relación entre eficiencia y equidad», lo cual pasa por una mayor y mejor supervisión financiera. En estos términos, el sistema planteado se propone estimular lo que se ha denominado como la «tercera distribución», es decir, la creación de oportunidades para que los grupos y las empresas de altos ingresos devuelvan algo a la sociedad, entre otras cosas, mediante donaciones voluntarias y benéficas.

También podría significar recortes de impuestos sobre la renta de las personas físicas y aumento de los tributos a los más ricos, «incluidos los impuestos sobre la propiedad, la herencia y las ganancias de capital, o introducir más políticas preferenciales para los fideicomisos de caridad y las donaciones de bienestar público» de acuerdo a la opinión de Xiong Yuan, analista jefe de macroeconomía de Guosheng Securities, una empresa china de servicios financieros ubicada en Shenzhen, citado por los periodistas Orange Wang y Su-Lin Tan del periódico South China Morning Post de Hong Kong.

Intérpretes militares se reúnen alrededor de una bandera del Partido Comunista, durante un espectáculo en el centenario de la fundación del Partido Comunista Chino en Beijing. (NG HAN GUAN / AP)

La reacción de los analistas occidentales a estas medidas no se hizo esperar, de inmediato se expuso la preocupación por las posibles afectaciones que estas medidas pudieran significar para los dueños del capital, aunque se reconoce que al lograr un mayor reparto de los salarios, eso redundará en ayuda a las familias. Estas opiniones exponen la incapacidad de comprender el modelo chino de economía, recayendo -una vez más- en la idea de considerar su validez bajo el tamiz de las leyes del mercado diseñadas en Occidente, que se pretenden vender como verdades universales. Los analistas occidentales critican que China pretenda, a través de estas medidas, que el Estado ejerza fuertes regulaciones en la economía a fin de equilibrar el crecimiento económico y prevenir riesgos financieros.

No obstante que estas medidas han tomado cuerpo en este momento de la historia, es menester recordar que en las propias bases de la política de reforma y apertura y en varios discursos de Deng Xiaoping quedó de manifiesto que la aparición de ricos y millonarios era necesario para que a través de su enriquecimiento personal se acelerara el crecimiento del país. De alguna manera, Deng expuso que en la etapa iniciada en 1978, los ricos eran un mal necesario que en algún momento del desarrollo se ajustaría a través de la aplicación de políticas y leyes, asumiendo que el logro de la prosperidad común sería una «tarea larga, ardua y complicada».

Desde entonces, ningún presidente chino ha puesto la búsqueda de la prosperidad al margen de su quehacer político, pero nunca antes como ahora se ha hecho tanto énfasis en su concreción, hay que decir que tampoco nunca antes hubo condiciones como ahora para poder emprender la tarea con éxito. El propio Xi reconoció que el ex presidente Hu Jintao y el ex primer ministro Wen Jiabao encararon la necesidad de solucionar el contraste entre las ricas provincias del este y las más atrasadas del oeste, así como la discrepancia entre los sectores agrícola e industrial.

A la vista se tiene esta etapa de transición al socialismo cuyo objetivo es el desarrollo de las fuerzas productivas y la creación de una base material, económica y tecnológica que permita que, en la primera etapa, una mayor cantidad de ciudadanos puedan acceder a los beneficios materiales y culturales que la sociedad va logrando.

Las formas y métodos de construcción del socialismo no están escritos en ninguna parte. Los padres del socialismo científico hicieron un análisis materialista de la historia utilizando el método dialéctico para señalar algunas pautas, pero como dijo el propio Marx, su teoría no es un dogma.

Cada país debe hacer su propia práctica e ir desbrozando el camino a partir de la aplicación de la teoría a las condiciones de cada país, considerando su historia, cultura y tradiciones. En el caso de China, Mao Zedong trazó las líneas fundacionales del «socialismo con peculiaridades chinas», Deng Xiaoping lo adaptó a una nueva situación que exigía solucionar los problemas de la pobreza y el desarrollo cuando las fuerzas productivas del capitalismo reinaban impolutas en un mundo en el que los capitales y la tecnología eran patrimonio exclusivo de Occidente y algunos otros países.

Ahora, Xi Jinping ha propuesto construir el «sueño chino» que es el avance de la sociedad hacia la disolución de las diferencias que aún hoy exponen las dificultades para llevar adelante un desarrollo equilibrado y armónico de la sociedad hacia el socialismo. Es lo que se ha llamado el camino hacia la prosperidad común en los prolegómenos de la primera etapa de la transición al socialismo.

Pero ello no está exento de contrariedades, errores en algunos casos, situaciones imprevistas en otros. No se puede obviar que las sociedades de clases que han imperado por milenios en el planeta han forjado hombres y mujeres en los que aún prima lo individual sobre lo colectivo, la obtención del lucro y la ganancia de un grupo o sector por encima de los intereses supremos de la sociedad y la comunidad, y la consecución de bienes materiales como expresión de la felicidad y el éxito, soslayando la importancia de la realización plena, espiritual y de valores como objetivo eminente de la humanidad.

Se hace necesario, entonces, «hacer camino al andar», como dijo Antonio Machado en su hermoso poema «Caminante no hay camino». Eso es el socialismo, un camino que se debe andar.

Ciudad de Hangzhou, Provincia de Zhejiang. (VCG)

En el caso de China, los últimos años han aportado un aumento considerable de la riqueza, al punto que hoy cuenta con una «clase media» de 340 millones de personas que ganan entre 15 mil y 75 mil dólares al año previéndose que esa cifra alcance los 500 millones en 2025. Así mismo, a finales de 2020, China también contaba con 5,28 millones de «ricos», con un patrimonio familiar superior al millón de dólares. En 2020, el 1% más rico de los chinos poseía el 30,6% de la riqueza del país, frente al 20,9% de hace dos décadas, según un informe de la empresa de servicios financieros suiza Credit Suisse con sede en Zurich.

En términos prácticos, tal hecho ha dado lugar a un aumento de la brecha de ingresos en el país. El coeficiente Gini de ingresos ha oscilado entre el 0,46 y el 0,49 en las dos últimas décadas. Un nivel de 0,4 suele considerarse la línea roja de la desigualdad. Por su parte, el coeficiente Gini de riqueza pasó de 0,599 en 2000 a 0,711 en 2015, se redujo a 0,697 en 2019 antes de volver a subir a 0,704 el año pasado, según el informe. En el lado opuesto, el año pasado el país aún poseía 600 millones de personas que vivían con unos ingresos mensuales de 154 dólares, que apenas alcanzan para cubrir el alquiler en una ciudad china de tamaño medio. He ahí un problema que debe ser resuelto. Y a la solución del mismo es que se abocó la reunión del Comité Central del Partido Comunista para Asuntos Financieros y Económicos realizada el 24 de agosto.

Se trata de ir corrigiendo una deformación que amenaza con transformarse en un riesgo para la estabilidad de la sociedad. En este sentido, es claro que en el pasado el modelo económico chino consideró que la eficiencia económica, en lugar de la equidad, era el instrumento principal para el desarrollo. En esa medida, entendieron que debían permitir que un pequeño número de personas se enriqueciera primero en el marco de un plan que buscaba el éxito del proyecto estratégico. Ahora, se comprende que si no se establecen controles, se podría perder el objetivo de construir el socialismo, por lo que se ha puesto la búsqueda de la prosperidad común en el eje de la política y la economía.

Durante años, no solo en China en la época de Mao, también en la mayoría de los países que se orientaron al socialismo, se confundió igualdad con equidad. Se olvidó que la igualdad es un principio burgués emanado de la revolución francesa cuando se trataba de eliminar las diferencias entre los derechos de la nobleza y los ciudadanos. En su momento fue revolucionaria, pero debía dar paso a nuevos paradigmas que concretaran mejores condiciones de vida para las mayorías a fin de avanzar hacia su liberación.

El socialismo, a través de su principio de distribuir de «cada cual según su capacidad a cada cual según su trabajo» esbozaba una idea de equidad que le es propia. Precisamente, China ahora se vuelca a una sociedad más equitativa en comparación al igualitarismo propio de la época de Mao.

La tercera distribución que se señalaba la semana pasada refiere al intento de avanzar en la superación de tal situación, de manera tal que el gobierno chino se propone regular los «ingresos excesivos» y los «ingresos no razonables», animando a las grandes empresas y a los millonarios «devolver más a la sociedad».

Por supuesto, tal política ha generado preocupación en tal estamento social, al tiempo que en Occidente los medios transnacionales de comunicación y los analistas económicos han puesto «el grito en el cielo». Ding Shuang, Economista Jefe para la Gran China y el norte de Asia del Banco Standard Chartered, dijo que «el objetivo de la tercera idea de distribución era utilizar la fuerza moral para animar a la gente a devolver a la comunidad», sobre el supuesto que dichas contribuciones debían ser voluntarias aunque según su opinión, muchos ricos se sentirán presionados a «regalar dinero».

Un día después de la reunión del Comité Central, el gigante tecnológico Tencent anunció que había creado un fondo de «prosperidad común» de más de 7.7 mil millones de dólares para «ayudar a los grupos de bajos ingresos, mejorar la cobertura sanitaria, impulsar el desarrollo económico rural y apoyar la educación de base».

Toda vez que el concepto de prosperidad común no se circunscribe únicamente a los ingresos sino que también involucra el acceso a los servicios públicos, se establecerán férreos controles a cualquier idea que signifique una mayor participación de las empresas privadas en áreas como la educación, la atención a los ancianos y la atención médica. El gobierno se volcará a la inclusión y la accesibilidad a los proveedores privados de servicios, y será estricto en el control de los precios, tal como ya ha estado ocurriendo en el ámbito de la educación. De igual manera, el Estado podría intervenir en el establecimiento de mejores salarios salvaguardando los derechos laborales.

El presidente Xi Jinping aseguró que el gobierno se propone fortalecer la lucha contra los monopolios, al mismo tiempo que se promocionarán políticas de no aceptación de la competencia desleal, todo lo cual es considerado obligación imprescindible para mejorar el sistema de economía de mercado socialista. Xi afirmó que en la nueva etapa, era necesario crear escenarios óptimos para el desarrollo de «todos los agentes del mercado, especialmente de las pequeñas y medianas empresas», de la misma manera había que «proteger mejor los derechos e intereses de los consumidores».

En este contexto el gobierno chino se orienta a utilizar el mecanismo de los impuestos como principal instrumento para reducir la brecha de riqueza. En marzo pasado, el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional de China anunció que las autoridades del país tienen previsto revisar la legislación nacional antimonopolio durante este año a fin de crear mecanismos legales más sólidos para estimular el desarrollo socioeconómico. La decisión se inserta en la lógica de aumentar la «regulación de los ingresos más altos» para mejorar la «redistribución de la riqueza», que es la verdadera esencia del socialismo.

Artistas ensayando en la Plaza de Tiananmen en Beijing, mientras el Partido Comunista Chino celebra 100 años desde su fundación. (Roman Pilipey / EPA)

Según Wang Jun, analista del «tanque de pensamiento» chino Center for International Economic Exchanges: «El estancamiento del consumo ha dejado claro que es urgente aumentar los ingresos de la gente y poner el foco en una distribución justa». Sin embargo, fijar esta política entraña un nuevo reto toda vez que la aplicación de medidas concordantes implicará un mayor gasto social que se traducen en nuevas cargas para el presupuesto del Estado. Surge entonces la pregunta de ¿dónde se obtendrán esos recursos? He ahí que el incremento de los impuestos a los millonarios y a las grandes empresas, en especial las de tecnología, estará orientado a asumir la mayor parte de la inversión que permitirá hacer real estas disposiciones.

En este marco, en noviembre del año pasado el gobierno impidió la salida a la bolsa de Shanghái y Hong Kong a Ant Group, propiedad del multimillonario Jack Ma. La empresa de tecnología filial de Alibaba cifraba en ese entonces una Oferta Pública Inicial (OPI) de 37 mil millones de dólares. Así mismo, el 28 de julio pasado, el magnate agrícola Sun Dawu fue condenado a 18 años de prisión por promover una serie de acciones contra el Estado.

Más recientemente, la app de viajes Didi Chuxing fue sancionada después de que ignorara la recomendación de posponer su salida a bolsa por 4 mil 400 millones de dólares en Estados Unidos. El endurecimiento de la legislación en torno al pujante sector de la educación privada, que ha sido duramente criticado por el exorbitante aumento de precios durante la pandemia, también ha sido sujeto de control, en los últimos meses, causando gran impacto en China y fuera de las fronteras.

A diferencia de Occidente, donde las empresas y los millonarios son los que toman las decisiones, financian las campañas de los presidentes, parlamentarios, gobernadores y alcaldes, determinan la agenda y hasta se permiten sancionar a los mandatarios, porque en realidad es en ellos donde reside el poder. En China, el Estado asume la responsabilidad de establecer límites a los grandes actores económicos en pro de defender los intereses superiores de la ciudadanía.


Fuente: Misión Verdad – China: hacia la prosperidad común (I y II)

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Sergio Rodríguez Gelfenstein
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Licenciado en Estudios Internacionales, Magister en Relaciones Internacionales y Globales. Doctor con Mención Magna Cum Laude en Estudios Políticos, consultor y analista internacional. Posee una extensa y variada obra ensayística y periodística. Candidato a Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de los Andes.

Es autor de ¿Y cuando Fidel no esté?, Plan Colombia, Globalización e intereses hegemónicos de Estados Unidos en América Latina, Puerto Rico, un caso de colonialismo en un mundo global, Se ha prendido la hierba en todo el continente. Relatos de Nuestra América, El tiempo de los intentos. De la crisis mundial a la cumbre de la CELAC, La balanza de poder, las razones del equilibrio del sistema internacional.

Sergio Rodríguez Gelfenstein

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Licenciado en Estudios Internacionales, Magister en Relaciones Internacionales y Globales. Doctor con Mención Magna Cum Laude en Estudios Políticos, consultor y analista internacional. Posee una extensa y variada obra ensayística y periodística. Candidato a Doctor en Estudios Políticos por la Universidad de los Andes. Es autor de ¿Y cuando Fidel no esté?, Plan Colombia, Globalización e intereses hegemónicos de Estados Unidos en América Latina, Puerto Rico, un caso de colonialismo en un mundo global, Se ha prendido la hierba en todo el continente. Relatos de Nuestra América, El tiempo de los intentos. De la crisis mundial a la cumbre de la CELAC, La balanza de poder, las razones del equilibrio del sistema internacional.

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